Con apenas 15 años, casi un niño, Manolo y sus dos hermanos se lanzan a la gran aventura en un tren que les llevará a más de 800 kilómetros de su casa y su gente. En Barcelona se instalan en una habitación alquilada en el Barrio Chino. Salvador encontró un empleo, y Baldomero no encontró otra cosa que dedicarse al estraperlo. Manolo hacía lo que podía, además de ser el cocinero del grupo. Varios meses más tarde, consiguieron un piso en Badalona, y al poco tiempo el resto de la familia, incluídos los hermanos mayores y sus consortes, emprendieron el viaje de reencuentro.
Toda la familia (salvo los pequeños, que seguían en el colegio, por supuesto) se afanó por trabajar. Manolo encontró un empleo en la industria metalúrgica, pero tuvo que dejarlo por motivos de salud. Después de ser aprendiz de ebanista, se decidió por la construcción, porque el sueldo era más alto. Por último, encontraría otro empleo en la industria química, donde trabajó durante cinco años.
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